Un finde para la historia...

Mi cumpleaños, mi primer aniversario con mi chico y el puente de octubre; un paquete perfecto sumado a las tremendas ganas de ir de vacaciones. Y al final, un finde muy lejos de lo esperado.

Tarde del viernes ocho de octubre, un día bonito. . . sol, galletas en el coche, ganas de viajar y tráfico, pero bueno, lo normal en un puente. Una hora y media y sólo cuarenta kilómetros después de salir, estábamos parados en una Repsol al lado de la autovía con un mensaje en el testigo del coche obligándonos a parar por calentamiento en el motor, un problema que el taller ya había dicho que estaba arreglado en otras dos ocasiones.

La versión corta del resto de esa noche: grúa de vuelta a Madrid, búsqueda sin éxito de un coche de alquiler para la mañana siguiente y, finalmente, coche gratis prestado por una amiga de mi pareja que, por fin, nos permitió llegar a Burgos esa misma noche. No fue el comienzo que habíamos imaginado para el viaje, pero al menos no tuvimos que cancelar y el hotel de Burgos tenía camas cómodas.

La Catedral de Santa María de Burgos

El día siguiente, el especial de la combinación cumple-aniversario, fue realmente divertido. Desayunamos en una pastelería (dulces y tostadas caras) en Burgos y después paseamos por la ciudad durante la mañana. Vimos un mercado de artesanía y comida típica de la región, las bonitas calles con un estilo un tanto parisino en algunos de sus edificios, la majestuosa catedral y las vistas desde el castillo. No podíamos irnos sin comer un pintxo cojonuda típico de allí; sí, ya sé que pintxo es masculino pero cojonuda es el nombre: un trocito de pan con morcilla y huevos de codorniz (el pájaro oficial de California, mi lugar de nacimiento).

El almuerzo súper grande que comimos tarde esa tarde llegó después de una odisea de búsqueda de un restaurante en Google Maps y en las montañas. Íbamos hacia Bilbao, a contratiempo para que no nos cerraran las cocinas, y paramos en un pueblecito con vistas magníficas de arboles verdes cubriendo las montañas (que me recordaron a Oregon), un pequeño arroyo al lado de la terraza del restaurante y una calidad del servicio inexistente. Después de veinticuatro minutos sentados sin siquiera una palabra de bienvenida de los camareros (aunque tuvimos varios momentos de contacto visual directo) nos fuimos otra vez, quejándonos de la falta de atención mientras nuestros estómagos se quejaban de la falta de comida. Nuestra salvación fue el restaurante "Jatetxea", en otro pueblo, y el menú más grande de mi vida. Champiñones con ajo y jamón, alubias con sus sacramentos, bacalao con ajo, chuletón, patatas fritas, una ensaladita, las bebidas, tarta de queso y otro postre de yogur con miel y frutas. . . Al salir del restaurante, sin saber si íbamos a caber en el coche, nos dimos cuenta de que el restaurante de enfrente se llamaba igual, y el de al lado, y el del otro lado. . . (Nota mental: jatetxea = restaurante en Euskera).

Montañas y ovejas en el norte de España

Al llegar a Bilbao, hicimos dos "tours": uno con el coche llamado "Dónde encontrar un sitio para aparcar este puto coche" y otro andando llamado "El tour de Bilbao bonito y ¡madremía qué llenos estamos todavía!" Los edificios modernos combinados con el paisaje de País Vasco trajeron a mi mente la ciudad de Vancouver en Canadá (¿he dicho ya que todo en España me recuerda a algo en América?). Después de pasear por los alrededores del Museo Guggenheim, a lado del río y por el casco viejo, fuimos a La Mula de Moscú, una coctelería súper chula de un amigo de mi chico. El cóctel que le da el nombre al bar era uno de mis favoritos en Estados Unidos y no había tomado uno desde que me mudé a España hace casi dos años. Me pedí uno y no me decepcionó.

Bermeo, Vizcaya

Pasamos la noche en un Airbnb (en una calle ruidosa pero bonita) en Bermeo, un pueblo al lado del mar, y a la mañana siguiente, dimos un paseíto por el pueblo antes de ir a Dragonstone, el castillo familiar de La Madre de Dragones de Juego de Tronos. . . nombre real: La Isla de San Juan de Gaztelugatxe. En lugar del castillo imponente de la serie hay una humilde ermita, pero el puente de escaleras que cruza desde la playa hasta la isla y que sale muchas veces en la serie es de verdad. Tuvimos la suerte de poder hacer la ruta para verlo desde más cerca, aunque no habíamos podido reservar. Las escaleras estaban cerradas por un deslizamiento de rocas, pero a pesar de ello, estos "freakies" se pusieron muy contentos. No vimos dragones ese día, pero babosas grandes sí y también vistas increíbles.

San Juan de Gaztelugatxe

Desafortunadamente, nuestra suerte ese día acabó con las entradas sin reserva. Voy a saltar la mayoría de los detalles (como tuvimos que saltar la mayoría del resto de nuestros planes) porque sobre las dos y pico de la tarde empecé con lo que pensaba que era mareo del movimiento del coche pero que al final resultó ser un ataque de gastroenteritis. Visitas a otros pueblos y a San Sebastián esa tarde cancelado, directamente al hotel en Irún (un hotel decimonónico y bonito) y el resto del día paseando entre la cama y el baño. Una experiencia de unión para nuestro aniversario. (Mi macho ibérico me cuidó muy bien en mi estado lamentable).

Menos mal que me desperté mucho mejor y con ganas de comer como si no hubiera una mañana (a pesar del menú del Jatetxea de dos días antes). Desayunamos en el hotel (un desayuno ligero por consejo de mi compañero de viaje, a mi pesar), donde nos regalaron un paquete de sus palmeras caseras (exquisitas). Después hicimos una excursión rápida a Hendaya, en Francia, con un propósito menos ominoso que el de los dos dictadores que se reunieron allí el siglo pasado: comprar croissants y otras delicias de un boulangerie-pâtisserie. Además cumplí mi deseo de poder decir que fuimos a otro país un ratito para comprar pan, algo imposible en Estados Unidos.

Una foto para "the gram" en San Sebastián

Esa mañana en San Sebastián, al volver de Francia (dicho con un aire de indiferencia), hacía calor mientras paseábamos al lado del mar y ¡qué mar! Era un mar diferente de los mares a los que estoy acostumbrada en California, donde decimos "we are going to the beach". Éste era muy Europeo, como siempre imaginaba cuando leía algo donde el personaje decía "we are going to the sea". . . la isla en el medio de la bahía, el color claro del agua, los grandiosos edificios rodeando la curva de la playa. . .

¡Qué mar! . . . La Bahía de la Concha, San Sebastián

Pero tristemente mi recuperación de esa mañana tenía una fecha de caducidad. No pude aguantar durante mucho tiempo caminando bajo el sol y después de varias pausas tumbada en diferentes bancos (afortunadamente con lo que había comido todavía dentro) decidimos volver a Madrid en lugar de ver el resto de San Sebastián, los otros pueblos y otra playa de Juego de Tronos que íbamos a visitar. Yo me quise hacer la fuerte, pero "el hombre" insistió, por suerte, porque realmente no estaba en condiciones de continuar.

En conclusión, me alegro mucho de haber podido ir, por fin, al norte de España, de haber viajado y celebrado mi cumple y nuestro primer año juntos y de tener esta historia como recompensa por todos esos malos momentos. Se dice que lo que no te mata te hace más fuerte y espero que en las relaciones también sea así cuando vives "aventuras" inesperadas de este tipo con tu pareja.

Me pregunto qué pasará el año que viene. . .

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